El cucurucho de san agustin
En el año de 1650, justo en la calle
Cucurucho, vivía un noble español de nombre Lorenzo de Moncada, quien estaba
casado con la guapa quiteña María de Peñaflor y Velasco.
Ambos tenían una hija, Magdalena, una
hermosa mujer por la que todos los hombres de esa época suspiraban. Don
Lorenzo, potentado y buena gente, le dio trabajo como mayordomo a Jerónimo de
Esparza, un hombre que había quedado en la miseria por haber apostado a los
negocios.
Don Jerónimo tenía un hijo, Pedro,
quien era siete años mayor que Magdalena. La historia de amor tenía que darse,
pues, a la edad de 15 años, la niña se fijó en el hijo del mayordomo y ambos llegaron a ser novios.
El amorío que tenía Magdalena con
Pedro muy pronto llegó a los oídos de su madre, Doña María de Peñaflor, quien
por poco se desmaya al saber la noticia. Doña María le avisó del particular a
su esposo, quien lo tomó como una humillación, pues no iba a permitir que su
hija se fijara en un “cualquiera”.
Consecuencias
El mayordomo y su hijo fueron
despedidos de la propiedad de don Lorenzo. Pero el amorío entre Pedro y
Magdalena continuó. A la chica sólo se le permitía asistir a misa, en la
iglesia de San Agustín.
El enamorado Pedro, para verse con su
amada, se vestía de cucurucho y se paraba junto a uno de los cuadros santos.
Sus padres jamás notaron eso, pues a veces dejaban que la niña entrara sola a
la iglesia.
Entretanto, en Quito corrió la
noticia de que una expedición iba a viajar al Oriente. Pedro se enlistó en la
misma, pues era la oportunidad para llegar a ser rico y así ganarse la voluntad
de don Lorenzo.
La expedición fue un fracaso, porque
murieron varias personas, entre ellas Pedro. Magdalena al saber la noticia le
lloró mucho a su amado.
Muerte pasional
Llegó de España un mozo bien
parecido, de nombre don Mateo de León. Éste se ganó la voluntad de don Lorenzo
y le pidió la mano de Magdalena.
Como en esa época los matrimonios
eran arreglados y las chicas obedecían ciegamente a sus padres, contra la
voluntad de Magdalena la boda fue pactada.
El matrimonio debía darse el 27 de
marzo de 1655, en horas de la noche. La tradición decía que las novias, un día
antes de la boda, debían dar limosnas a los mendigos, porque sólo así podrían
ser bendecidas en el matrimonio. Cientos de mendigos fueron a casa de Magdalena
a pedirle una caridad.
Mientras Magdalena daba limosnas a
los mendigos recibió una esquela de Pedro, quien le informaba que no había
muerto y que deseaba verla. Pero ella le respondió con un rotundo no y mejor le
informó de su matrimonio.
Un mendigo disfrazado de cucurucho
llegó minutos después a la casa de Magdalena, a pedirle una caridad. Tenía la
estatura de Pedro. Cuando la adolescente abrió la puerta, el cucurucho sacó un
puñal y la mató.
Mientras la novia era auxiliada por
sus criados, el cucurucho homicida se daba a la fuga. Al pasar frente a la
iglesia de San Agustín, se le cayó la capa y la capucha que tapaba su rostro.
Entonces la gente vio que se trataba de Pedro, quien todavía llevaba
ensangrentado el arma homicida.
La leyenda dice que Pedro fue muerto por la población
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