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Mostrando entradas de 2019

El Tsáchila que se convirtió en Sol

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Los  Tsáchilas  son una agrupación indígena ecuatoriana que se asentaron principalmente en la región de  Santo Domingo de los Colorados . Una traducción de su nombre en castellano se entendería como «Gente verdadera». La gente de asentamientos vecinos los bautizó con el mote de «Colorados», debido a que en la antigüedad muchos de ellos solían teñir su cabello con achiote. Cuando los incas llegaron a la región que hoy conocemos con el nombre de Quito, rápidamente se dispusieron a conquistar dicho territorio. No obstante, las personas que vivían ahí (conocidos como la tribu  Kitu-Kara ), decidieron mudarse de ubicación, pues no querían terminar siendo esclavos. Después de un largo andar, arribaron a un nuevo poblado en donde echaron raíces. Fue en este sitio en donde se originó la leyenda del  Tsáchila que se convirtió en Sol . En un tiempo en el que los viejos podían comunicarse con los pájaros, se decía que en el cielo vivía un tigre enorme que únicamen...

El Huiña Huilli de Bolívar

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Esta  leyenda  me la contaron en uno de mis viajes a  Ecuador . José era un tahúr. Es decir, un jugador de cartas experto a quien además le fascinaba hacerles trampa a sus contrincantes. Una noche salió de la cantina con los bolsillos repletos de monedas. Los lugareños hartos de las trampas de José, le entregaron un bote de vidrio lleno de luciérnagas, para que de esa forma todos pudieran ver que se acercaba al pueblo y así correr a esconderse en sus casas para no toparse con él. Mientras caminaba cerca de la  quebrada de   Las Lajas , escuchó claramente los lamentos de un recién nacido. A José poco le importaba el sufrimiento de los demás. A pesar de ello, el llanto del bebé era tan fuerte que no pudo más que seguir el rastro del sonido, para socorrer. En lo que iba bajando por la colina, dejó caer el frasco de luciérnagas, dejándolo en completa oscuridad. Luego halló al pequeño, lo cubrió con su capa y en ese momento la criatura dejó de llorar. Ya d...

La capa de un estudiante

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Esta leyenda da inicio cuando unos estudiantes se preparaban para presentar los últimos exámenes del año escolar. Uno de ellos, cuyo nombre de acuerdo con los entendidos era Juan, tenía otros pensamientos en su mente, ya que se encontraba sumamente preocupado por lo viejas que eran sus botas y que no tenía dinero suficiente como para comprarse un par nuevo. Él era un muchacho vanidoso y le gustaba siempre presentarse a sus exámenes perfectamente bien vestido. Por lo tanto, te imaginarás  que no podía ir a la prueba con ese calzado. Sus amigos le aconsejaron que empeñara su   capa   y que con ese dinero podría adquirir unas botas nuevas. A Juan no le gustó la idea y después de hablar por varios minutos más con sus compañeros, éstos decidieron prestarle el dinero con una condición: Tenía la obligación de ir al camposanto de « El Tejar » y buscar la tumba de una mujer que hacía unos días se había quitado la vida. Cuando la hubiese localizado, lo siguiente que debía ...

La caja ronca

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Hace mucho tiempo en la ciudad de  San Miguel de Ibarra  vivían dos grandes amigos: Carlos y Manuel. Una mañana, el papá de Carlos les pidió que antes de ponerse a jugar, fueran a regar las plantas del jardín, puesto que hacía muchos días que no llovía y casi estaban por secarse. Ellos accedieron, pero al final no cumplieron con esa labor, ya que se pusieron a correr por el campo. La noche cayó y fue entonces cuando Carlos se acordó de lo que le había pedido su padre. – Está muy oscuro y tengo miedo. ¿Me acompañas Manuel a regar las plantas? – Claro, vamos de una vez. Antes de que se acercaran a la parte trasera de la casa, sitio en el que se encontraban las macetas que debían regar, empezaron a huir una serie de voces que pronunciaban palabras en otro idioma, de la misma forma que ocurre cuando la gente sale en una procesión. Se ocultaron detrás de un árbol y pudieron ver que aquellos no eran seres humanos, sino criaturas capaces de flotar por el aire. A ningun...

maría angula

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Un día la mujer mandó a su hija Mariangula a conseguir más tripas, pues la mercancía casi se le había agotado por completo. Sin embargo, como la chiquilla era un tanto rebelde, no hizo caso a las indicaciones y prefirió irse a jugar con sus amigos. Por si esto fuera poc o, el dinero que le habían dado para que comprara las vísceras también se lo gastó. Lógicamente después de pasar un buen rato en compañía de sus camaradas y de reflexionar acerca de lo que había hecho, la niña pensó que su mamá la iba a reprender fuertemente. La preocupación no la dejaba en paz y mientras caminaba a las afueras del cementerio municipal de Quito, pensó en entrar al camposanto y sacarle las tripas uno de los muertos que los sepultureros apenas acababan de enterrar. Esperó a que oscurecieron a poco más y llevó a cabo su macabro plan. Después se las entregó su madre y no hubo ningún tipo de reprimenda. De hecho, las tripas se vendieron mejor que otros días. Ya de noche en su casa Mariangula no ...

la dama tapada

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La narración nos cuenta que en Ecuador aparece de vez en cuando una joven delgada a quien nadie le puede ver el rostro, pues invariablemente lo lleva cubierto con un velo. Viste de manera muy elegante y además porta una sombrilla. Los lugareños dicen que cuando está cerca de algún hombre, el espíritu comienza a emanar un aroma sumamente agradable, a fin de que la víctima se sienta atraído hacia ella y la siga a donde quiera que vaya. Ese perfume es tan seductor que el individuo que lo huele no sabe hacia dónde se dirige. De esa forma, la dama tapada conduce al sujeto a una zona apartada. Es decir, un lugar en donde no hay ninguna otra persona que lo pueda ayudar. De momento, la mujer se detiene en medio del camino, se para frente al hombre y descubre su rostro. L a víctima al mirar la cara de la   dama tapada , queda completamente horrorizado pues se trata de un rostro horripilante en estado de putrefacción. Instantes después, el agradable perfume se convierte en un olor i...

La Calavera de San roque

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Celia Carvajal lleva un velo negro que difícilmente deja ver su rostro. Como un ánima en pena recorre el patio de El Carmen Alto para contar su historia. Ella vivió hace muchas décadas en San Roque, ubicado en el Centro Histórico de Quito, en la época en la que los padres aún decidían con quién compartirían su vida sus hijas. “Cuando tenía 17 años mi padre me casó con un hombre llamado Adán González, que tenía muchísimo dinero”, cuenta mientras sostiene una vasija con una vela dentro. El hombre no sabía que Celia estaba enamorada de un joven de su misma edad, algo que lo diferenciaba del marido, pues él sobrepasaba los 40 años. Los jóvenes no terminaron su relación a pesar del matrimonio de la chica. Al contrario, se las ingeniaron para verse cada vez que el esposo salía de viaje, pues su oficio de mercader lo obligaba ir a ciudades como Riobamba, Guayaquil o Cuenca. La muchacha incluso no veía a su marido por meses. Pero las miradas en un barrio tan popular eran varias y muy...

El cucurucho de san agustin

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En el año de 1650, justo en la calle Cucurucho, vivía un noble español de nombre Lorenzo de Moncada, quien estaba casado con la guapa quiteña María de Peñaflor y Velasco. Ambos tenían una hija, Magdalena, una hermosa mujer por la que todos los hombres de esa época suspiraban. Don Lorenzo, potentado y buena gente, le dio trabajo como mayordomo a Jerónimo de Esparza, un hombre que había quedado en la miseria por haber apostado a los negocios. Don Jerónimo tenía un hijo, Pedro, quien era siete años mayor que Magdalena. La historia de amor tenía que darse, pues, a la edad de 15 años, la niña se fijó en el hijo del mayordomo y ambos  llegaron a ser novios. El amorío que tenía Magdalena con Pedro muy pronto llegó a los oídos de su madre, Doña María de Peñaflor, quien por poco se desmaya al saber la noticia. Doña María le avisó del particular a su esposo, quien lo tomó como una humillación, pues no iba a permitir que su hija se fijara en un “cualquiera”. Consecuen...